Debarim - Por Monseñor Silvio José Báez
1 lectura: Isaías 8,23-9,1. En la Galilea de los gentiles el pueblo vio una luz grande.
El horizonte geográfico de este oráculo de Isaías abarca dos tribus septentrionales, Zabulón y Neftalí, en la zona de Galilea, atravesada por el “camino del mar”, que unía Egipto con Mesopotamia; el contexto histórico al que hace referencia es probablmente el de los asedios militares de Asiria y la deportación de gran parte de la población del reino del norte en el año 732 a .C. (cf. 2 Re 15,29).
Es llamativo el contraste que se describe entre un tiempo de humillación y de oscuridad, que indica la crisis bélica sufrida, y una época de luz y de alegría, con la que se describe la ascensión al trono de un nuevo sucesor davídico. En medio de las tinieblas brota la luz, como en nueva creación (cf. Gen 1,2-3). Las tinieblas son símbolo del caos y de la muerte (cf. Gn 1,2; Sal 88,7); la luz es símbolo de la salvación divina (cf. Sal 36,10). Dios mismo es luz (cf. Sal 104,1-2; 1Jn 1,5). Junto al simbolismo de la luz, la nueva época histórica se describe como un tiempo de gozo, semejante al del segador que recoge la cosecha o al del ejército que obtiene la victoria. Dios ha liberado a su pueblo de la opresión, como el día en que Gedeón venció a los madianitas, iluminando la noche con antorchas que aterrorizaron al enemigo (cf. Jue 7).
2 lectura: 1 Corintios1,10-13.17. Poneos de acuerdo y no andéis divididos.
Estando en Éfeso, Pablo recibe información sobre la situación de la comunidad de Corinto a través de algunos empleados de Cloe, una señora cristiana conocida en aquella ciudad. Se han formado en Corinto pequeños grupos rivales y cada grupo se gloría de pertenecer a personaje de prestigio (Pablo, Apolo, Pedro). Es una problemática eclesiológica y cristológica. Se trata de una verdadera crisis de la unidad y la cohesión eclesial, que atenta contra la relación vital con Cristo, que está a la raíz de la unidad de todos los bautizados. Pablo exhorta a los creyentes de Corinto, solemnemente, “en nombre de nuestro Señor Jesucristo”, para que superen las divisiones y rivalidades y reconstruyan la unidad de la comunidad, tanto en las palabras como en las actitudes profundas.
3 lectura: Mateo 4,12-23. Se estableció en Cafarnaún. Así se cumplió lo que había dicho Isaías.
Jesús comienza su actividad inmediatamente después del arresto de Juan el Bautista y se dirige al norte del país, a Galilea. En el evangelio de Mateo, Jesús no se establece en Nazaret, sino en Cafarnaún, ciudad que Mateo relaciona con las dos tribus de Israel que habitaron esa región situada en la costa noroccidental del lago de Galilea: Zabulón y Neftalí (cf. Is 8,23-9,1). De este modo el evangelista rebate las objeciones provenientes de ambientes judíos que calificaban anómala la manifestación mesiánica de Jesús en Galilea, una zona considerada tradicionalmente como paganizada; al mismo tiempo, con el texto de Isaías, Mateo anticipa su visión universalista del anuncio evangélico (cf. Mt 28,19).
El ministerio de Jesús inicia con la proclamación de la absoluta cercanía del Dios santo y misericordioso, que comienza a ejercer su definitivo señorío en la historia humana: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos” (v. 17). La fórmula “reino de los cielos”, que equivale a la expresión “reino de Dios” utilizada por Marcos y Lucas, es típica de Mateo; el plural “cielos” es un modo reverencial para referirse a Dios. Como respuesta a la llegada del reino Jesús invita a los hombres a un cambio profundo de vida, que incluye la mente y el corazón y dispone a una íntegra adhesión a Dios y a su voluntad.
Apenas iniciado su ministerio, Jesús llama a los primeros discípulos, que representan simbólicamente a la nueva humanidad que acoge el anuncio del reino. El interés de Mateo es sobre todo teológico. Desea mostrar los rasgos fundamentales del discipulado: la iniciativa de la llamada es de Jesús; ante la urgencia de la llegada del reino, la respuesta debe ser inmediata e incondicional; la invitación fundamental de Jesús es a seguirle para compartir su vida y su misión. Desde ahora estos hombres serán “pescadores de hombres”, al servicio de la nueva realidad del reino, que es como “una red echada en el mar, que atrapa peces de toda especie” (Mt 13,47).
El texto concluye con un sumario que compendia la actividad de Jesús en tres acciones: enseñanza, proclamación del reino y curación de las enfermedades