viernes, 6 de agosto de 2010

DE CURA MILICIANO A APÓSTOL DEL AMOR

Hola mis hermanos y hermanas, hay personas que nos dejan un gran ejemplo de poder superar los obstáculos que la vida nos da, unos que nosotros hacemos y otros que nos vienen de fuera.

Un hermano y amigo, llamado P. Lucinio Martínez, es uno de ellos. El P. Lucinio, era español, del Instituto Español de Misiones Extranjeras y vino a Nicaragua en la década de los 80. Era un hombre que en su momento hizo opción por la Teología de la Liberación, decía que era Revolucionario y Cristiano. Se integró en la Revolución, primero en el Norte de Nicaragua y luego en Río San Juan. El Promocionaba la formación de comunidades cristianas y revolucionarias, al margen de la Iglesia Diocesana de Juigalpa, animada por Mons, Pablo Antonio Vega, como Obispo y del P. Ángel García, como Párroco, en Río San Juan. Estaba pues la Iglesia Diocesana y la Iglesia Popular. Esta situación trajo consigo una gran tensión y división en las Comunidades. A Lucinio le decían el Cura Miliciano.

En la Diócesis de Juigalpa, hubieron muchas dificultades, el Obispo Mons. Pablo Antonio Vega, fue expulsado del país, junto a cuatro sacerdotes más. Muchos Responsables de las Comunidades Eclesiales, cayeron presos, hubo persecución y algunos se integraron a la Contra Revolución. Fueron momentos difíciles y tristes con el Servicio Militar, al que la zona se opuso y se alzó en armas.

Con el paso del tiempo, este hermano, se dio cuenta del problema que estaba haciendo y quiso tener un acercamiento a la Iglesia y claro, nadie le abría las puertas. Se dio cuenta que su compromiso con Jesús no era político, que estaba llamado a ser signo de unidad y quería retomar el camino en comunión con su Iglesia de la cual era Presbítero.

En ese tiempo estaba en Juigalpa el P. Bernardo Hombach (luego Obispo de Juigalpa) y el P. Lucinio se acercó a él en busca de orientación. Él lo recibió y le fue conduciendo en el camino del servicio a la Iglesia y comenzó a creer en su cambio y opción por el Evangelio. Fuera de él, nadie le creía, ni le aceptaba en la Diócesis de Juigalpa, ni en Nicaragua

Con el cambio de 1990, el P. Lucinio persistía en su deseo de ser integrado y escuchado. No era fácil, y dio muestras de perseverancia y deseo de servir al Señor pero en comunión con su Iglesia.

Cuando Mons. Pablo Antonio Vega regresa del Exilio a Nicaragua, la Diócesis de Juigalpa se regocija con su llegada e inicia una reestructuración de la Pastoral.

El P. Bernardo, presenta al P. Lucinio a Mons. Vega. Conversaron en muchas ocasiones y al fin, lo acepta con una condición, que vaya a ayudar por un tiempo a El Almendro.

En El Almendro, Río San Juan, se dio la desmovilización de la Contra Revolución, todos eran adversos y enemigos políticos y de guerra de Lucinio. Cuando llega con Mons. Vega todos los Comandantes y ex Contras le expresaron su asombro que el Cura Miliciano, Lucinio llegara con él y le refieren su pasado.
Mons. Vega expuso la necesidad de volver a comenzar la vida, dejando la guerra e iniciando un camino de paz y reconciliación. A mí, decía me expulsaron... pero hoy estoy aquí de nuevo queriendo construir una Iglesia y una Patria en Cristo y desde Cristo, y la base es el perdón, y poner la vista hacia la Construcción de la Civilización del Amor.

Les presentó, en el nombre del Señor, al P. Lucinio Martínez, que también quería comenzar de nuevo al servicio del Señor y de su Iglesia, en comunión con sus Pastores y lo nombró como Párroco.

Todos se veían y le dijeron, está bien Mons, si usted lo trae y lo recomienda, nosotros lo aceptamos. El P. Lucinio se quedó en El Almendro, sabiendo que todos y cada uno de los que ahí se desmovilizaron eran totalmente contrarios a su persona.

A partir de ese momento se entregó totalmente al servicio del Señor y de su Parroquia, buscó, gestionó por todas partes e instituciones el agua potable, la luz eléctrica, pozos, caminos casas, la Iglesia Parroquial, Capillas, la Escuela Primaria, el Instituto de Secundaria, propagó también por todas partes la Medicina Natural... formó Comunidades Eclesiales en comunión con la Diócesis de Juigalpa, su entrega misionera fue ejemplar, el cariño y aprecio de sus hermanos sacerdotes y feligreses se vive hasta el día de hoy. El P. Lucinio, se enfermó de cáncer cerebral, es trasladado a España donde fallece en Palencia, en 1998.

Ir a El Almendro es recordar al P. Lucinio. En el año 2000 construyeron un Parque, y en él han erigido un sencillo monumento en su Memoria, en el día de su bendición, el 27 de Abril del 2000, el Diario La Prensa dio cobertura periodística y dice: "El busto del Padre Lucinio parece tutelar la vida y el desarrollo de sus queridos Almendreños, que agradecen a la Providencia el haberles bendecido enviándoles un hombre de tanto progreso como el sacerdote español que llevó no solo la Palabra del Señor, sino también desarrollo a muchos lugares del Municipio". Ahora la nombran y lo recuerdan como el Apóstol del Amor.

Nunca es tarde para arrepentirse, nunca es tarde para convertirse, nunca es tarde para volver a empezar. Y tengo presente lo que dice la Escritura en 2 Timoteo 4,6-8: "En cuanto a mí, estoy a punto de sacrificar mi vida y se acerca el momento de mi partida. He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado lo que me confiaron. Solo me queda recibir la corona de toda mi vida santa con la que premiará aquél día el Señor, Juez Justo; y conmigo la recibirán todos los que anhelaron su venida gloriosa".

P. Oscar