lunes, 29 de marzo de 2010

Ataques al Papa son sugeridos por el demonio, dice el P. Amorth, famoso exorcista

ROMA, 29 Mar. 10 / 12:14 pm (ACI)

El exorcista más experimentado y conocido del mundo, P. Gabriele Amorth, se refirió a la campaña difamatoria contra el Papa Benedicto XVI, especialmente a la del New York Times y señaló que "los ataques al Papa son sugeridos por el demonio".

En declaraciones a News Mediaset de Italia, el exorcista de 85 años expresó que "los ataques de estos días al Papa Benedicto XVI sobre algunos casos de pedofilia son sugeridos por el demonio. Sobre esto no hay duda. Porque siendo un Papa maravilloso, digno sucesor de Juan Pablo II, se ve que el demonio se quiere ‘prender’ de él".

El P. Amorth indicó luego que en los casos de abusos sexuales cometidos por algunos miembros del clero, el demonio "usa" a los sacerdotes para culpar a toda la Iglesia: "el demonio la tiene contra la Iglesia, quiere la muerte de la Iglesia porque ella es la madre de los santos. Combate a la Iglesia a través de los hombres de Iglesia, pero con la Iglesia no tiene nada que hacer".

El experimentado exorcista también manifestó que "el demonio tienta a los hombres de Iglesia y entonces no nos debe maravillar si también los sacerdotes, que tienen todos los auxilios divinos, de la oración y los sacramentos, caen en la tentación. También ellos viven en el mundo y pueden caer como hombres del mundo".

Celibato no tiene nada que ver con pederastia

BOGOTÁ, 29 Mar. 10 / 10:23 pm (ACI) - El Secretario General de la Conferencia Episcopal Colombiana (CEC), Mons. Juan Vicente Córdoba, defendió el celibato sacerdotal e indicó que este no tiene nada que ver con la pederastia, pues "la mayoría de pederastas son casados".

Benedicto XVI: Juan Pablo II "se consumió" por Cristo y todo el mundo por amor

VATICANO, 29 Mar. 10 / 04:32 pm (ACI)

Al presidir esta tarde en la Basílica de San Pedro, la Eucaristía al celebrarse el 5° aniversario de la muerte del Papa Juan Pablo II, elPapa Benedicto XVI resaltó la profunda fe, la gran esperanza y la total caridad que marcó la vida de Karol Wojtyla y como "se consumió por Cristo, la Iglesia" y el mundo entero por amor.

domingo, 28 de marzo de 2010

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor


Hoy la Iglesia celebra : San Sixto III, José Sebastián Pelczar, Santa Gisela

Evangelio según San Lucas 22,14-71.23,1-56.
Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo:
"He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión,
porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios".
Y tomando una copa, dio gracias y dijo: "Tomen y compártanla entre ustedes.
Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios".
Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía".
Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: "Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes.
La mano del traidor está sobre la mesa, junto a mí.
Porque el Hijo del hombre va por el camino que le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a entregar!".
Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso.
Y surgió una discusión sobre quién debía ser considerado como el más grande.
Jesús les dijo: "Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores.
Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor.
Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.
Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas.
Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a mí.
Y en mi Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo,
pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos".
"Señor, le dijo Pedro, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte".
Pero Jesús replicó: "Yo te aseguro, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces".
Después les dijo: "Cuando los envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?".
"Nada", respondieron. El agregó: "Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una.
Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la Escritura: Fue contado entre los malhechores. Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí".
"Señor, le dijeron, aquí hay dos espadas". El les respondió: "Basta".
En seguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos.
Cuando llegaron, les dijo: "Oren, para no caer en la tentación".
Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba:
"Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya".
Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba.
En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo.
Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza.
Jesús les dijo: "¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación".
Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo.
Jesús le dijo: "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?".
Los que estaban con Jesús, viendo lo que iba a suceder, le preguntaron: "Señor, ¿usamos la espada?".
Y uno de ellos hirió con su espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha.
Pero Jesús dijo: "Dejen, ya está". Y tocándole la oreja, lo curó.
Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: "¿Soy acaso un ladrón para que vengan con espadas y palos?
Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no me arrestaron. Pero esta es la hora de ustedes y el poder de las tinieblas".
Después de arrestarlo, lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos.
Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor de él y Pedro se sentó entre ellos.
Una sirvienta que lo vio junto al fuego, lo miró fijamente y dijo: "Este también estaba con él".
Pedro lo negó, diciendo: "Mujer, no lo conozco".
Poco después, otro lo vio y dijo: "Tú también eres uno de aquellos". Pero Pedro respondió: "No, hombre, no lo soy".
Alrededor de una hora más tarde, otro insistió, diciendo: "No hay duda de que este hombre estaba con él; además, él también es galileo".
"Hombre, dijo Pedro, no sé lo que dices". En ese momento, cuando todavía estaba hablando, cantó el gallo.
El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro. Este recordó las palabras que el Señor le había dicho: "Hoy, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces".
Y saliendo afuera, lloró amargamente.
Los hombres que custodiaban a Jesús lo ultrajaban y lo golpeaban;
y tapándole el rostro, le decían: "Profetiza, ¿quién te golpeó?".
Y proferían contra él toda clase de insultos.
Cuando amaneció, se reunió el Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y los escribas. Llevaron a Jesús ante el tribunal
y le dijeron: "Dinos si eres el Mesías". El les dijo: "Si yo les respondo, ustedes no me creerán,
y si los interrogo, no me responderán.
Pero en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso".
Todos preguntaron: "¿Entonces eres el Hijo de Dios?". Jesús respondió: "Tienen razón, yo lo soy".
Ellos dijeron: "¿Acaso necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca".
Después se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato.
Y comenzaron a acusarlo, diciendo: "Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías".
Pilato lo interrogó, diciendo: "¿Eres tú el rey de los judíos?". "Tú lo dices", le respondió Jesús.
Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud: "No encuentro en este hombre ningún motivo de condena".
Pero ellos insistían: "Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí".
Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo.
Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén.
Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia.
Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada.
Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia.
Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato.
Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos.
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo,
y les dijo: "Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan;
ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte.
Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad".

Pero la multitud comenzó a gritar: "¡Qué muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!".
A Barrabás lo habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús.
Pero ellos seguían gritando: "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!".
Por tercera vez les dijo: "¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad".
Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento.
Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo.
Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.
Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús.
Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.
Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: "¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.
Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron!
Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos!
Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?".
Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados.
Cuando llegaron al lugar llamado "del Cráneo", lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos.
El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!".
También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre,
le decían: "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!".
Sobre su cabeza había una inscripción: "Este es el rey de los judíos".
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros".
Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él?
Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo".
Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino".
El le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso".
Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde.
El velo del Templo se rasgó por el medio.
Jesús, con un grito, exclamó: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Y diciendo esto, expiró.
Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando: "Realmente este hombre era un justo".
Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho.
Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.
Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo,
que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.
Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado.
Era el día de la Preparación, y ya comenzaba el sábado.
Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado.
Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso que prescribía la Ley.

«Bendito el que viene como Rey»

El día de hoy, amados míos, es de gran importancia. Nos pide tener un gran deseo, poner mucha atención, una viva resolución que nos lleve al encuentro del Rey de los Cielos. Pablo, el mensajero de la buena noticia, nos decía: «El Señor está cerca, que nada os preocupe» (Flp 4,5-6)...

Encendamos las lámparas de la fe: como la cinco vírgenes prudentes (Mt 25,1ss), llenémoslas del aceite de la misericordia para con los pobres; acojamos a Cristo del todo despiertos y cantémosle llevando las palmas de la justicia en las manos. Abracémosle derramando sobre él el perfume de María (Jn 12,3). Escuchemos el canto de la resurrección; que nuestras voces se eleven, dignas de la majestad divina, y gritemos con el pueblo ese grito que viene de la multitud: «¡Hosanna en las alturas! Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. Está bien dicho: «El que viene», porque viene sin cesar, jamás nos falta: «El Señor está cerca de los que lo invocan con sinceridad» (Sl 144,18). «Bendito el que viene en nombre del Señor.»

El Rey manso y pacífico está a nuestra puerta. El que reina en los cielos sobre los querubines está aquí abajo sentado sobre un pollino de borrica. Preparemos las casas de nuestras almas, quitemos de ellas esas telas de araña que son las discordias fraternas; que nadie encuentre en nosotros el polvo de la maledicencia. Derramemos a oleadas el agua del amor, y apacigüemos las desavenencias que levanta la animosidad; después salpiquemos el vestíbulo de nuestros labios con las flores de la piedad. Entonces, que surja de nosotros ese mismo grito que brota de la muchedumbre: «Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel».

domingo, 21 de marzo de 2010

Evangelio V Domingo de Cuaresma

V Domingo de Cuaresma

Hoy la Iglesia celebra : San Nicolás de Flüe, Santa María Francisca, Santa Benedetta Cambiagio Frassinello , San Agustín Zhao Rong, , Advocación Mariana: Nuestra Señora de Bruges

Lecturas

Evangelio según San Juan 8,1-11.
Jesús fue al monte de los Olivos.
Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos,
dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?".
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra".
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí,
e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?".
Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".

Leer el comentario del Evangelio por
Juan Pablo II
Encíclica «Dives in Misericordia» § 7

«Tampoco yo te condeno»

La redención a través del misterio de la cruz de Cristo es la revelación última y definitiva de la santidad de Dios, que es la plenitud absoluta de la perfección: plenitud de la justicia y del amor, puesto que la justicia se basa en el amor, de él proviene y a él tiende. En la Pasión y muerte de Cristo, en el hecho de que el Padre «no perdonó a su propio Hijo» sino que «lo hizo pecado por nosotros» (Rm 8,32; 2C 5,21), se expresa la justicia absoluta, porque Cristo sufrió la Pasión y la cruz a causa de los pecados de la humanidad. Verdaderamente, hay ahí una sobreabundancia de justicia puesto que los pecados de los hombres quedan equilibrados a través del sacrificio del Hombre-Dios.

Sin embargo, esta justicia, que en sentido propio es justicia a la medida de Dios, nace enteramente del amor, del amor del Padre y del Hijo y alcanza su plenitud total en el amor dando frutos de salvación. La dimensión divina de la redención no se realiza tan sólo en el hecho de hacer justicia al pecado, sino en dar al amor la fuerza creadora gracias a la cual el hombre tiene de nuevo pleno acceso a la vida y a la santidad que viene de Dios. Así es que la redención trae en sí la revelación de la misericordia en su plenitud.

El misterio pascual constituye la cumbre de esta revelación y la expresión de la misericordia capaz de justificar al hombre, de restablecer la justicia como realización del orden salvífico que Dios quiso fuera realidad ya desde el inicio en el hombre y, a través del hombre, en el mundo.

jueves, 18 de marzo de 2010

Actividad empresarial debe considerar siempre el bien común, señala el Papa Benedicto

VATICANO, 18 Mar. 10 / 09:43 am (ACI)

Al recibir este mediodía a los miembros de la Unión de Industriales y de las Empresas de Roma, el Papa Benedicto XVI señaló que la actividad económica empresarial debe tener siempre en cuenta el bien común, el desarrollo integral de la persona, sin obviar la apertura a la trascendente, a la dimensión espiritual de la vida.
En su discurso el Santo Padre se refirió a la actual crisis económica y resaltó que "a pesar de someter a una dura prueba a los sistemas económicos y productivos de los diferentes países hay que vivir esta situación con confianza, porque es una oportunidad desde el punto de vista de la revisión de los modelos de desarrollo y de una nueva organización del mundo de las finanzas, un ‘tiempo nuevo’ –como se ha dicho de profunda reflexión".
Benedicto XVI recordó que en su encíclica social Caritas in veritate alienta a "poner en el centro de la economía y de las finanzas a la persona. Proponiendo que la política no esté subordinada a los mecanismos financieros, he pedido la reforma y la creación de ordenamientos jurídicos y políticos internacionales, proporcionados a las estructuras globales de la economía y de las finanzas, para conseguir más eficazmente el bien común de la familia humana".
"Siguiendo las huellas de mis predecesores, he subrayado que el aumento del desempleo, sobre todo el juvenil, el empobrecimiento económico de muchos trabajadores y la aparición de nuevas formas de esclavitud, exigen como objetivo prioritario el acceso a un trabajo digno para todos".
Para mantener en el "mercado a la propia empresa, como ‘comunidad de personas’ que produce bienes y servicios y que, por tanto, no tiene como único fin el provecho, si bien es necesario, hay que afrontar muchos sacrificios". En este contexto, el Pontífice señaló que "es importante vencer la mentalidad individualista y materialista que sugiere eliminar las inversiones de la economía real para privilegiar el empleo de los propios capitales en los mercados financieros y obtener rendimientos más fáciles y más rápidos".
"Me permito recordar, sin embargo, que las vías más seguras para contrastar el declive del sistema empresarial del propio territorio consisten en establecer una red con otras realidades sociales, invertir en investigación e innovación, no practicar una competencia injusta entre empresas, no olvidar los propios deberes sociales e incentivar una productividad de calidad para responder a las necesidades reales de la gente".
El Santo Padre resaltó que "la empresa será vital y producirá ‘riqueza social’ si los empresarios y los dirigentes son previsores y prefieren la inversión a largo plazo al provecho especulativo, promoviendo la innovación en vez de pensar en acumular riquezas solo para sí mismos".
"El empresario atento al bien común está llamado a ver la propia actividad siempre en el marco de un todo plural. Este actitud genera, mediante la dedicación personal y la fraternidad vivida concretamente en las decisiones económicas y financieras, un mercado más competitivo y más civil, animado por el espíritu de servicio".
Benedicto XVI terminó resaltando que "el desarrollo, en cualquier sector de la existencia humana, implica también apertura a lo trascendente, a la dimensión espiritual de la vida, a la confianza en Dios, al amor, a la fraternidad, a la acogida, a la justicia, a la paz".
http://www.youtube.com/watch?v=OIXcHvAtEpQ

Evangelio del IV Domingo de Cuaresma, 14 de Marzo de 2010

IV Domingo de Cuaresma

Hoy la Iglesia celebra : Santa Matilde, Nuestra Señora en Madhu , Advocación Mariana: La Madonna del Pozzo

Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32.

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos.
El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.
Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.
Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos.
El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!
Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti;
ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'.
Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'.
Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.
Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos,
porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza.
Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso.
El le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'.
El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara,
pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos.
¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'.
Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo.
Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'".

Leer el comentario del Evangelio por
San Pedro Crisólogo (hacia 406-450), obispo de Ravena, doctor de la Iglesia
Homilía sobre el perdón, 2,3

«Me pondré en camino adonde está mi padre»

Si bien es cierto que no nos gusta la conducta de este joven, lo que nos hace horror es que se marchara de su casa: en lo que se refiere a nosotros, ¡no nos alejemos nunca de un padre como éste! Tan sólo la vista de este padre nos hace huir del pecado, rechaza la falta, excluye toda mala conducta y toda tentación. Pero, si ya nos hemos marchado, si hemos malgastado toda la herencia del padre en una vida desordenada, si hemos sido capaces de cometer cualquier falta o fechoría, si hemos caído en el abismo de la impiedad y en el hundimiento total, tengamos el buen momento de levantarnos y regresemos a un padre tan bueno invitados por un ejemplo tan bello.

«Cuando todavía estaba lejos su padre lo vio y se conmovió, y echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo». Os pregunto: ¿qué lugar hay aquí para la desesperación? ¿Qué pretexto para tener una excusa? ¿Qué falsa razón para temer? A no ser que se tema el encuentro con el padre, que se tenga miedo a sus besos y a sus abrazos; a no ser que se crea que el padre, cuando coge a su hijo por la mano, lo pone junto a su corazón y le aprieta con sus brazos, quiere tocar para recuperar, en lugar de recibir para perdonar. Pero si se diera un tal pensamiento que aplasta la vida, que se opone a nuestra salvación, es ampliamente vencido, ampliamente anonadado por lo que sigue: «El padre dijo a sus criados: Sacad enseguida el mejor traje para vestirlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete; porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado». Después de haber escuchado esto ¿podemos todavía demorarnos? ¿Qué esperamos para volver al padre?