A Jesús acudía tanta gente, cada uno guiado o movido por sus intereses. El domingo pasado es un discípulo que se le acerca para pedirle que le enseñe a orar (Lc, 11,1). Hoy la cuestión no es la oración, el deseo de orar, sino, el tema de la Herencia.
El domingo pasado decíamos que la oración nos lleva a la confianza, y nos guarda de toda codicia y ambición (Lc, 12,15) ya que nuestra vida no debe depender de lo que tenemos y aspiramos a tener. Las fuerza o energía del hombre ha de apuntar hacia la felicidad que es el gozo de la Vida Eterna. Leer más