miércoles, 19 de enero de 2011

MI MUCHACHITO, QUIERO BENDECIRTE

En San Pedro de Lóvago, Chontales, vive una Amiguita mía llamada Magdalena Vega, tiene actualmente 104 años, con una mente tan lúcida, como la tuya y la mía. Ella fue Catequista desde los 14 años y aun ahora sigue aconsejando, apoyando y orando. Es un signo del amor de Dios para su familia y para toda la Comunidad.

Cada Sacerdote, que ha estado en esta Parroquia, ha encontrado en ella una consejera, una amiga, una benefactora y un ejemplo de entrega a Dios y perseverancia. En todas las ocasiones que le visito, tiene un consejo y una palabra para mi Ministerio.
Al llegar, estaba en su cama, le saludé. ¿Quién es?, preguntó; Soy el P. Oscar, le contesté, volvió la mirada, me extendió los brazos y me decía, mi muchachito, que lindo que viene a verme.
Me acerqué a ella y me dijo, mi muchachito, quiero bendecirte..., me pidió leer la Biblia en 2 Timoteo 4,5-8:
"Por eso debes estar siempre alerta. No hagas caso de tus propias penas; dedícate a tu trabajo de evangelizador; cumple bien tu ministerio.
Yo, por mi parte, estoy llegando al fin y se acerca el momento de mi partida.
He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado lo que depositaron en mis manos.
Sólo me queda recibir la corona de toda vida santa con la que me premiará aquel día el Señor, juez justo; y conmigo la recibirán todos los que anhelaron su venida gloriosa"
Luego de la bendición, me compartía que ella era bendecida, por su familia y por todas las personas que le visitaban: porque le apoyaban, servían y acompañaban y que por eso ella les bendecía.
Al llegar a casa, ore por ella y busqué una oración que mi mamá me había regalado sobre la bendición del Anciano Agradecido, pues ella siempre me decía que el buen trato a una persona de la Tercera Edad, era el mejor regalo que uno podía darle, y dice así:
Bendito sea el que es capaz de comprender
que me tiembla el pulso
y que mis pasos son lentos y vacilantes.

Bendito el que se acuerda de que mis oídos
ya no oyen bien
y que, a veces, no entiendo todo.

Bendito el que sabe que mis ojos ya no ven bien,
y no se impacienta,
si se me cae algo de la mano y se rompe.

Bendito el que no se avergüenza
de mi torpeza al comer
y me hace un lugar en la mesa familiar.

Bendito el que me escucha
aunque le cuente mil veces el mismo cuento
o los mismos recuerdos de mi juventud.

Bendito el que no me hace sentir de más
y me demuestra su afecto con delicadeza
y respeto.

Bendito el que encuentra tiempo
para estar a mi lado
y enjugar mis lágrimas.

Bendito el que me tienda su mano,
cuando me llegue la noche
y deba presentarme ante Dios.

Oh Señor, estoy en tu presencia
con mis años y mis experiencias,
con mis alegrías y mis penas,
y con el gozo inmenso de haber vivido.

No mires, Señor, mis errores,
sino la buena voluntad de ser mejor.
Dame fuerza para creer más en Ti
 y aumenta el entusiasmo,
la paz y la esperanza
para estar disponible hasta el último momento.

Acepta mi vida, tal cual es
y transfórmala en una fuente de alegría.
Señor, por todo lo que has hecho por mí,
por todo lo que ha sido mi vida…
GRACIAS.

Y ahora, ya buscando el camino al descanso, le doy gracias a Dios por Doña Magdalena Vega, mujer de Dios y por mi Madre, María Lastenia, que con su consejo y bendición me muestran en camino del amor a los Hermanos Mayores.

P. Oscar
padreoscar@avemariatv.com