Hoy estuve en el Sistema Penitenciario de Juigalpa, con una población de 987 privados de libertad. De los cuales estuvieron en una oración y Eucaristía 470. Y como dicen los funcionarios, nos enviaron a los indisciplinados (se comportaron muy bien), los regalados (no reciben visita de nadie), los más restringidos y los Responsables de la Iglesia en el Penal.
Con los hermanos de Villa Sandino, preparamos un paquete con papel higiénico, pasta de diente, jabón de baño y de lavar. Que los hermanos del pueblo ofrendaron para ellos.
Al llegar al auditorio, el Coro del Sistema, excelente animaban a todos los hermanos, un muchacho se me acercó y me dice, ¿Padrecito, se acuerda de mi?. Pues no, le dije... Soy Juan Pito. Ahhh (Juan Pito fue mi Monaguillo de Niño, luego en la adolescencia tomo mal camino y estaba ahí por Tráfico de droga). Me dio un abrazo y lloró en mi pecho y me dijo cuando salga le voy a dar una cosa....
Oramos con el Evangelio de Juan 21,15-19
"Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos.» Le preguntó por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Pedro volvió a contestar: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Cuida de mis ovejas.» Insistió Jesús por tercera vez: «Simón Pedro, hijo de Juan, ¿me quieres?» Pedro se puso triste al ver que Jesús le preguntaba por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.» Entonces Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.» En verdad, cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas a donde querías. Pero cuando llegues a viejo, abrirás los brazos y otro te amarrará la cintura y te llevará a donde no quieras.» Jesús lo dijo para que Pedro comprendiera en qué forma iba a morir y dar gloria a Dios. Y añadió: «Sígueme.»."
Meditamos con los hermanos en la necesidad de volver a comenzar, como Pedro, luego de la negación a Jesús. Oramos, celebramos la Eucaristía y al final, por Galería se fueron poniendo en fila, les dábamos el paquetito que llevamos.
Juan Pito, pidió permiso al Oficial y se me acercó. Y me dice, mire, esta oración (escrita a mano en una hoja) yo la rezo diario, y quiero pedirle que la haga conmigo, pues a usted, Dios le oye más:
ORACIÓN DEL PRESO
Señor, me dicen que debo orar. Pero ¿cómo puedo orar yo que soy tan desdichado? ¿Cómo puedo hablarte en mi condición actual?
Yo estoy triste, me encuentro indigno, a veces me siento desesperado. Me creo maldito y me resisto a orar. Yo sufro profundamente, porque todos están contra mí y me juzgan un malvado porque me encuentro aquí, lejos de mis seres queridos, apartado de mis ocupaciones, sin libertad y sin honor. Y sin paz, ¿cómo es posible que yo me dirija a Ti, oh Señor?
Ahora ya te contemplo en la cruz. Tú también, Señor, has sufrido, y ¡qué sufrimiento! Yo sé que Tú eras bueno, eras sabio, eras inocente. Y ellos te injuriaron, te deshonraron, te juzgaron, te azotaron, te crucificaron, te dieron muerte. Pero ¿por qué? ¿Dónde estaba la justicia?
Y Tú fuiste capaz de perdonar a quienes te trataron con tanta injusticia y crueldad. Tú oraste por ellos. Y aún más: Tú quisiste morir así para salvar a quienes te dieron muerte, para salvarnos a nosotros, hombres pecadores. ¿También puedes salvarme a mí?
Siendo así, Señor, se puede pensar que un hombre es bueno en su corazón aun cuando una sentencia de los tribunales de los hombres caiga sobre sus espaldas. Yo también, oh Señor, en el fondo de mi alma me considero mejor de lo que otros hombres piensan; yo sé lo que es justicia, lo que es bueno, lo que es honor, lo que es virtud.
Ante Ti estos pensamientos surgen en mi mente: ¿Tú lo conoces? ¿Tú sabes que siento disgusto por mis miserias? ¿Tú sabes que estoy a punto de gritar y de llorar? ¿Tú me oyes, oh Señor? ¿Es esta mi oración?
Sí, ésta es mi oración; desde mi profunda amargura yo elevo mi voz a Ti: no la desoigas. Al menos Tú, que sufriste tanto como yo, más que yo, por mí, al menos Tú, Señor, óyeme. Yo tengo que pedirme muchas cosas.
Dame, Señor, la paz del alma, dame tranquilidad de conciencia, una nueva conciencia capaz de buenos pensamientos. Sí, Señor, a Ti te lo diré: si yo me extravié, perdóname. Todos necesitamos perdón y misericordia; yo te pido protección para mí.
Y también, Señor, yo te pido por mis seres queridos, que todavía me aman. Señor, ayúdalos, consuélalos. Señor, diles que me recuerden, que me amen aún. Yo angustiosamente necesito saber que todavía alguien se acuerda de mí y me ama.
Y también de estos compañeros de desgracia y aflicción que conmigo se encuentran en esta prisión, Señor, ten misericordia. Misericordia para todos, sí y también para quienes nos hicieron sufrir; para todos los seres humanos en este desdichado mundo. Pues nosotros somos, oh Señor, tus criaturas, tus semejantes, tus hermanos. Oh Cristo, ten misericordia de nosotros.
A nuestra pobre voz unimos la dulce e inocente voz de la Virgen, de la santísima María, que es tu madre y es también para nosotros una madre de mediación y de consuelo. ¡Oh Señor. Dame tu paz! ¡Dame esperanza!
Era Juan Pito, el quemón... ahora soy Juan Pito, el santulón. Un abrazo Padre, ore por mi y por todos los que estamos aquí.
Leí esta carta con él... No sabía que decir, ni responder, solo le dije de corazón: El Señor te bendiga y te guarde, el Señor te bendiga y tenga de ti misericordia, que el Señor te bendiga y te de su paz. Me volvió a dar un abrazo y se despidió. Volvió a la fila, le dieron su paquete y levantándolo se despidió. Te invito hoy a Orar por Juan Pito y por todos aquellos que por el mal camino tomado, viven hoy en un Penal.
Padre Oscar padreoscar@avemariatv.com |