domingo, 6 de marzo de 2011

Lecturas: IX Domingo del Tiempo Ordinario A

Deuteronomio 11,18.26-28.32.
Graben estas palabras en lo más íntimo de su corazón. Atenlas a sus manos como un signo, y que sean como una marca sobre su frente.
Yo pongo hoy delante de ustedes una bendición y una maldición.
Bendición, si obedecen los mandamientos del Señor, su Dios, que hoy les impongo.
Maldición, si desobedecen esos mandamientos y se apartan del camino que yo les señalo, para ir detrás de dioses extraños, que ustedes no han conocido.
cumplan fielmente todos los preceptos y leyes que hoy les impongo.

Salmo 31(30),2-3.4.17.25.
Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca me vea defraudado! Líbrame, por tu justicia
inclina tu oído hacia mí y ven pronto a socorrerme. Sé para mí una roca protectora, un baluarte donde me encuentre a salvo,
porque tú eres mi Roca y mi baluarte: por tu Nombre, guíame y condúceme.
Que brille tu rostro sobre tu servidor, sálvame por tu misericordia;
Sean fuertes y valerosos, todos los que esperan en el Señor.

Carta de San Pablo a los Romanos 3,21-25.28.
Pero ahora, sin la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios atestiguada por la Ley y los Profetas:
la justicia de Dios, por la fe en Jesucristo, para todos los que creen. Porque no hay ninguna distinción:
todos han pecado y están privados de la gloria de Dios,
pero son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús.
El fue puesto por Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, gracias a la fe. De esa manera, Dios ha querido mostrar su justicia:
Porque nosotros estimamos que el hombre es justificando por la fe, sin las obras de la Ley.

Evangelio según San Mateo 7,21-27.
No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?'.
Entonces yo les manifestaré: 'Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal'.
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.
Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande".