jueves, 28 de abril de 2011

UN ENCUENTRO CON JESUS MISERICORDIOSO

Hablar de la Resurrección de Jesús es complicado, por eso quiero compartir contigo una experiencia de fe tomada de San Juan 20, 19 –31.
Quiero anunciarte que Cristo ha vencido la muerte y ha recobrado la vida que le había sido arrebatada por sus enemigos. Quiero hacer un contigo vida el primer encuentro de Jesús, en el día de la Resurrección, con los Discípulos que están reunidos y temerosos, a quienes quiere dar sus dones.
Quiero mostrarte el segundo encuentro de Jesús Misericordioso con la Comunidad y Tomás ocho días después, mostrando el camino de la fe en Jesús Resucitado a quienes no estaban ese día con los Discípulos.
Y deseo finalmente, el que tomes conciencia de la necesidad de proclamar y  hacer vida la proclamación del Evangelio para los creyentes y Comunidades de todos los tiempos.

EL PRIMER ENCUENTRO CON LA COMUNIDAD REUNIDA. Jn 20,19-23
El Domingo de Resurrección, María Magdalena anuncia que ha visto al Señor (20,18). Por la tarde, es el mismo Jesús quien va al encuentro con los Discípulos y eso os lo ven. Jesús los encuentra con la puerta cerrada, con miedo y sin nueva vida.  (20,19). Veamos paso a paso lo que sucede cuando Jesús se manifiesta en medio de la Comunidad:
En un primer momento, los Discípulos experimentan la presencia del Señor
Jesús se pone en medio: "Se presentó en medio de ellos" (20,19c). Jesús está vivo y su presencia los llena de paz y alegría.  En un mundo que les infunde miedo, ellos tienen en medio al vencedor del mundo.

1-   Jesús les da la paz tres veces: "Y les dijo: La paz con vosotros" (20,19.21.26). El don primero y fundamental del Resucitado es la paz, esa paz que el mundo no puede dar.

2-   Luego Jesús les muestra las llagas de sus manos: "Dicho esto, les mostró las manos..." (20,20ª). El Resucitado les muestra sus llagas.  Los Discípulos aprenden entonces que el que está vivo delante de ellos es el mismo Jesús que murió en la Cruz: el Resucitado es el Crucificado. 
Mostrar las llagas tiene un doble significado: es una expresión de su victoria sobre la muerte; es como si nos dijera: "Mira he vencido". Y es un signo de su inmenso amor, un amor que no retrocedió a la hora de dar la vida por los amigos; y es como si nos dijera: "Mira cuánto te he amado, hasta dónde he ido por ti". 
El Resucitado estará siempre lleno de esta victoria y de este amor de la Cruz.  En otras palabras, en el Resucitado permanece para siempre el increíble amor del Crucificado. 

3-   Jesús les muestra la herida del pecho: "...y el costado" (20,20b). De esa herida, signo de su Divina Misericordia, había fluido sangre y agua cuando estuvo en la Cruz. Por lo tanto el gesto nos remite a lo que observó el Discípulo Amado cuando estuvo al pie de la Cruz: "Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua" (19,34).
La herida del costado de Jesús permanece para siempre en el cuerpo del Resucitado como una prueba de que él es la fuente de la vida, esa vida nos hace nacer de nuevo en el Espíritu Santo.

4-   Los Discípulos, finalmente, reaccionan con una inmensa alegría: "Los Discípulos se alegraron de ver al Señor" (20,20c)
La alegría Pascual había sido una promesa de Jesús antes de su muerte: "Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo (Jn 16,20). Ahora, cuando los Discípulos "ven" a Jesús, la promesa se convierte en realidad.  Jesús Resucitado es el fundamento indestructible de la paz y la fuente inagotable de la alegría.
En fin, el Resucitado viene y de deja ver. Contemplar al Resucitado es experimentar el amor sin límites ni medida del Crucificado, participar de su victoria sobre la muerte y recibir plenamente el don de su vida.  Entre más comprendan esto los Discípulos, mucho más se llenarán de paz y de alegría.  Jesús Resucitado es el fundamento de la paz y la fuente de la alegría.

En un segundo momento: Jesús envía al mundo a la Comunidad
compartiéndole su misión, su vida y su autoridad (Jn 20,22-23)

La experiencia del Resucitado que lleva a la Comunidad a hacer propia la victoria de Jesús sobre la Cruz, Jesús les abre las puertas a los Discípulos encerrados por el miedo y los lanza al mundo con una nueva identidad y como portadores de sus dones.

1-    Los Discípulos reciben la misma misión de Jesús: "Como el Padre me envió, también yo os envío". (20,21)
Jesús les da la paz a sus Discípulos por segunda vez y conecta este don con la misión que les confía. Quien participa de la misión de Jesús, también participa de su destino de Cruz, por eso los misioneros Pascuales deben estar arraigados en la paz de Jesús.
Jesús envía a sus Discípulos al mundo con plena autoridad ("Yo os envío"), así como el Padre lo envió a Él (Jn 17,18).  En la Pascua se participa de la vida del Verbo encarnado y una forma concreta de participar de su vida es continuar su misión en el mundo. Como se ve enseguida, el Espíritu Santo es también el principio creador de la misión.

2- Los Discípulos reciben la misma vida de Jesús: "Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo" (20,22ª)
Para que la misión sea posible, los Discípulos deben estar revestidos del Espíritu Santo que les hace "hombres nuevos". Jesús les da una vida nueva que no pasará nunca, su misma vida de Resucitado, esa vida que tiene en común con el Padre.

3- Finalmente el Resucitado envía a los Discípulos con plena autoridad para perdonar pecados: "A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados..." (20,23) 
El perdón de los pecados es acción del Espíritu, porque ser perdonado es dejarse crear por Dios. Quien acoge a Jesús Resucitado, experimenta su salvación, sus pecados son perdonados y entra en la comunión con Dios. 
Los Discípulos, testigos de la salvación Pascual, prosiguen esta obra de Jesús en la obra de la evangelización.  De ahí que toda acción evangelizadora debe llevar a la transformación de la persona, cambiando y superando internamente y abriéndose a una vida nueva de comunión con Dios y con los hermanos.

EL SEGUNDO ENCUENTRO: EL DRAMA DEL NACIMIENTO DE LA FE
EN EL CORAZÓN DEL INCRÉDULO TOMÁS (20,24-29)

El Apóstol Tomás, ausente en el primer encuentro con el Resucitado, rechaza el testimonio de los otros Discípulos ("Hemos visto al Señor", 20,24), no confía en ellos, porque los considera víctimas de una alucinación colectiva. Él exige ver a Jesús personalmente para constatar que se trata del mismo Jesús que conoció terrenalmente, con las cicatrices de los clavos y la herida de lanza (Jn 20,24-25).
Y el Señor acepta el desafío de Tomás. Jesús no rechaza su solicitud sino que, contrariamente a lo que se podría esperar, le concede lo pedido. 
Pero si bien mediante el contacto con sus llagas lo conduce a la fe, una fe nunca antes vista, Jesús recalca que la verdadera fe que merece bienaventuranza es de los que creen sin haber visto, es decir, la fe que no depende de las condiciones puestas por este Apóstol. Veamos el itinerario.
De nuevo es el Primer Día de la semana, es decir Domingo. Los Discípulos están reunidos, como lo hicieron ocho días antes, y Tomás ahora está entre ellos (20,26ª).  Entonces, Jesús irrumpe en medio de la Comunidad como lo hizo también en la primera aparición: les desea la paz (20,26b). Y comienza la pedagogía de la fe con Tomás:
1-   Por propia iniciativa se va hasta donde está Tomás, se le pone al frente y habla con él. Jesús retoma las mismas palabras que Tomás dijo cuándo se cerró ante el testimonio de los Discípulos, cuando no conseguía ver el camino hacia la fe, la paz y la alegría Pascual.  El gesto de Jesús hace salir a Tomás de su aislamiento, de manera que junto con él, toda la Comunidad sea una en el gozo Pascual.  Jesús no quiere que nadie quede excluido de la paz y del gozo Pascual.

2-   Jesús le muestra las marcas de su muerte y de su amor (20,27), es decir, le hace sentir que lo ama y que al dar la vida por él, Jesús es la fuente de su salvación. Al mostrarle las llagas responde plenamente a la pregunta que Tomás le hizo en el ambiente de la Última Cena: esas llagas son el camino de la Resurrección, la verdad de un Dios que lo ama y lo Salva, y la fuente de la vida nueva.

3-   Tomás reacciona con una altísima confesión de fe, como ninguno antes que él: "¡Señor mío y Dios mío!" (20,28).  Tomás se demoró más que todos los demás para llegar a la fe, pero cuando llegó los sobrepasó a todos. 
Cuando dice "Mi Señor", Tomás está reconociendo que con su Resurrección Jesús ha mostrado que es verdadero Dios, ya que "Señor" es la forma como la Biblia griega lee el nombre de "Yahveh". Por tanto Jesús es Dios así como Dios Padre: con la Resurrección Él ha entrado en la posesión de la gloria divina, la gloria que tenía en el Padre antes de la creación del mundo (ver 17,5.24). Cuando dice "Mío", Tomás se somete a su voluntad y se abre a la acción de su mano poderosa.
En el corazón del Discípulo incrédulo se enciende entonces la llama de una fe profunda que supera la de los demás. Tomás comprende que al Resucitar de entre los muertos, el Maestro ha demostrado de forma clara y convincente que Él es el Señor Dios, como Yahvéh, soberano de la vida y de la muerte.

4-   Pero las cosas no terminan aquí. Es verdad que la fe de Tomás es auténtica y sincera, pero ella tuvo necesidad de la prueba concreta: ver con los propios ojos y tocar con las propias manos al Resucitado.
Cuando llega a este punto, el Evangelista plantea el problema de cómo llegarán a la fe los que no han podido ver al Señor Jesús: ¿éstos podrán creer?  La respuesta es: ¡Claro que sí!  No sólo será posible su fe, sino que ésta será superior y más meritoria que la de los primeros Discípulos.
Es por eso que al final el diálogo de Jesús con Tomas nos involucra también a nosotros. De repente, vemos cómo Jesús da media vuelta y nos hace un guiño de ojo a nosotros los lectores de este evangelio hoy diciendo: "Dichosos los que no han visto y han creído" (20,29).  Jesús mira y felicita con una bienaventuranza a todos los que creerán en el futuro. 

5-    El camino de Tomás no se repetirá de nuevo, lo que queda vigente para nosotros es el testimonio apostólico que con la fuerza del Espíritu Santo proclama: "Hemos visto al Señor".

EL TERCER ENCUENTRO: EL RESUCITADO Y TU

1- Quien cree realmente en el Señor Resucitado, no puede vivir dominado por un estado de tristeza permanente, de miedo y de angustia, porque el sol fulgurante de la Pascua aclara todo su cielo y le da confianza, paz y gozo. ¿Cuánto ha crecido en esta Pascua: mi fe, mi paz y mi alegría?
 2- ¿Qué consecuencias tuvo para la Comunidad reunida en Jerusalén la primera aparición del Resucitado? ¿Cómo se vivencia hoy?
 3- ¿Qué pasos dieron los Apóstoles y Tomas para llegar al reconocimiento de Jesús Resucitado en medio de ellos?
 4- Cuando en oración repito la Confesión de fe de Tomás, "Señor mío y Dios mío", ¿qué estoy queriendo decir? ¿Qué consecuencias tiene para mi estilo de vida?
 5. ¿Cuál es hoy tu compromiso personal con el Resucitado?
 Que este Encuentro de Resurrección, te abra el entendimiento a la experiencia del amor Misericordioso de Jesús. Amén
Este Retiro que tendremos en nuestra Comunidad, es una adaptación del Itinerario de la fe Pascual, del P. Fidel Oñoro

P. Oscar