domingo, 29 de mayo de 2011

DIOS Y LA MADRE: AMORES REDENTORES

Por Pbro. Oscar Chavarria.-Las enseñanzas de Jesús son válidas para siempre, pero requieren una condición: solo quien vive con amor los Mandamientos recibe el Espíritu Santo y se abre al amor de Jesús y del Padre: "Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos, y yo rogaré al Padre y les dará otro Protector que permanecerá siempre con ustedes, el Espíritu de Verdad". (Jn. 14,15-17)

Amar a Jesús es practicar sus Mandamientos. El Mandamiento del amor es para ponerlo en práctica (Jn. 14,15). Por ello, poner en práctica los Mandamientos es tomarse en serio y con fe el conjunto de sus enseñanzas (14,23-24), dejándose conducir por Él.
El verdadero amor a Jesús se traduce en seguimiento de Jesús. Amar es querer, adherirse al amado y asumir su voluntad.
Jesús se va, pero no quedamos solos: el Padre nos da el Espíritu Santo, quien estará siempre con nosotros, al lado de nosotros y en nosotros. Por ello el mundo que no ama, que se ha cerrado a Jesús, "no lo puede recibir". (Jn. 14,18) Solo si creemos en Jesús y nos atenemos a sus mandamientos, estamos abiertos al Espíritu Santo, podemos recibirlo y hacer la experiencia de su acción.
Un día mi madre me envió una carta, cuando lejos estaba, compartiéndome su encuentro con el Señor en un retiro, y me decía:
"Hijo, como madre y como hija, la experiencia del amor de Dios me ha transformado en mejor madre y en mejor hija.
"Recuerdo la primera vez que sentí este amor intenso de Dios por mí. Mi autoestima subió porque me sentí amada por el Padre Celestial. Todo mi ser se inundó de amor y las amarguras se terminaron. Día a día la relación de amor con mi Señor ha ido creciendo y, al crecer, también ha ido creciendo mi amor de madre; y como hija he podido entender el gran amor que mi padre y mi madre han tenido por mí. Dar y recibir amor se me ha hecho mucho más fácil.
"Por otra parte, el sentirme amada por Dios me ha llevado a concientizarme de mis pecados y de mis faltas. Me he responsabilizado de mis errores, sin culpar a nadie y sin tratar de cambiar a nadie. Me he convencido de que el cambio es muy personal y se da sin presiones y sin exigencias.
"Es la fuerza del amor de Dios experimentado en el corazón a través del Espíritu Santo que lleva a una decisión de querer cambiar".
"Por eso es que he pensado que el amor de las madres y el amor de Dios son amores redentores. Como dice San Pablo: 'El amor todo lo perdona, todo lo justifica, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta'. (1Cor 13,7)
"Las madres seremos mejores madres y mejores hijas si dejamos que el Espíritu Santo tome control de nosotras. El Señor nos dotó desde la eternidad con un don natural, el don del amor. ¡Reflexionemos en cómo este amor puede llegar a ser amor transformador en el mundo, si se deja tocar por el dedo de Dios que es el Espíritu Santo!".
Finalmente, como todos venimos de una madre, pidámosle al Señor que cada una de ellas experimente el gran amor de Dios para que ayude a promover una vida en el Espíritu Santo en sus hogares y en el mundo de hoy. Oremos: "¡Señor, bendice a cada madre, derrama tu Espíritu sobre cada una de ellas y allí, junto con ellas y con nuestra madre María, derrama tu Espíritu Santo sobre cada uno de tus hijos! "Gracias, Señor. Amén".