Estaba un día de estos en una vela, luego del responso, me senté un momento, junto a mi estaban un grupo de señoras, descuartizando a todo el que entraba y salía, escuchaba y pensaba que hay personas que hacen de su vida un sufrimiento, por su forma de ser y de hablar. Gran parte del sufrimiento que tenemos se debe a lo que decimos. En eso se me vino a la mente ciertas consecuencias del hablar sin razón y sin medida con la lengua:
¿Por qué estoy solita o solito? Por la lengua que tienes. ¿Por qué no puedo formar pareja? Por la lengua que tienes. ¿Por qué me abandonó mi marido o mi esposa? Por la lengua que tienes. ¿Por qué me hacen a un lado en el Grupo, en la Iglesia...? Por la lengua que tienes. ¿Por qué nadie me cree? Por la lengua que tienes ¿Por qué mis hijos están lejos? Por la lengua que tienes. ¿Por qué no tengo amigos? Por la lengua que tienes.
Necesitamos entender que tanto nuestro sufrimiento como nuestra paz vienen por lo que decimos. la lengua es poderosa para encender e incendiar un bosque. Los incendios en los bosques, la mayoría de las veces se deben a que la gente no apagó una fogata, o que dejó el cigarrillo medio apagado, y eso lleva a grandes incendios. Un fósforo encendido puede incendiar todo un bosque, así son nuestras palabras. Las palabras que hablas, si caen encendidas pueden destruir una familia, una generación, una iglesia, un hogar; como un fosforito que se suelta inocentemente, así son las palabras. Santiago escribe
"Hermanos, no se hagan todos maestros; ya saben que como maestros seremos juzgados con más severidad, y todos tenemos nuestras fallas. El que no peca en palabras es un hombre perfecto de verdad, pues es capaz de dominar toda su persona. Poniendo un freno en la boca del caballo podemos dominarlo, y sometemos así todo su cuerpo. Lo mismo ocurre con los barcos: con un pequeño timón el piloto los maneja como quiere, por grandes que sean, aun bajo fuertes vientos. Así también la lengua es algo pequeño pero puede mucho; aquí tienen una llama que devora bosques. La lengua es un fuego, y es un mundo de maldad; rige nuestro organismo y mancha a toda la persona: el fuego del infierno se mete en ella y lo transmite a toda nuestra vida. Animales salvajes y pájaros, reptiles y animales marinos de toda clase han sido y de hecho son dominados por la raza humana. Pero nadie ha sido capaz de dominar la lengua. Es un azote que no se puede detener, un derrame de veneno mortal. Con ella bendecimos a nuestro Señor y Padre y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios. De la misma boca salen la bendición y la maldición. Hermanos, esto no puede ser así. ¿Es que puede brotar de la misma fuente agua dulce y agua amarga? La higuera no puede producir aceitunas ni la vid higos, y lo salobre no dará agua dulce. (Sant 3,1-12)
Veamos ahora algunas maneras de nuestro hablar, que se han convertido en algo común y que no medimos el daño que hacemos a los demás, pero peor aun a nosotros mismos:
Hay personas que se traen problemas por su hablar adulador, por quedar bien.... que es alabar al otro con un fin de manipulación y por interés que cuando no se consigue lo deseado, se habla de lo peor de esa persona y eso trae sufrimientos, tanto para el que adula como para el adulador. Otros en cambio viven de la exageración y de la mentira, cuando al hablar para ser populares o aun para caer bien, se dicen cosas que no son ciertas, las exageran y hasta mienten, que cuando se llegan a saber nos traen sufrimiento y quedamos como mentirosos. Una realidad común y dañina es el chisme, que divide los amigos, traiciona la confianza, pues cuando una persona habla mal del otro contigo, mañana va a hablar mal de ti. Peor aun cuando caemos en la calumnia, en el chisme en vivo, cuando hablas de otra persona para lastimar, para condenar o para repetir un chisme de última hora. Nunca calumnies a nadie, porque cuando hablas mal de otro, te haces daño. Cada vez que calumnias a otro, el otro vuela en pedazos y tú también. Evita habar demasiado, pues el que habla demasiado de cosas que no puede cumplir, sale perdedor en toda ocasión. El que habla de más, se ata con las palabras y pierde credibilidad. Es hora pues de hacernos un examen y pensar de ¿cómo anda mi lengua?. Pide luz al Espíritu Santo, para que al darte cuenta la refrenes y cambies.
P. Oscar padreoscar@avemariatv.com |