sábado, 12 de junio de 2010

EL PADRE BUENO Y EL BUEN PADRE

Padres buenos hay muchos, buenos padres hay pocos. No creo que haya cosa más difícil que ser un buen padre. En cambio no es difícil ser un padre bueno. Un corazón blando basta para ser un padre bueno; en cambio la voluntad más fuerte y la cabeza más clara son todavía poco para ser un buen padre.
El padre bueno quiere sin pensar, el buen padre piensa para querer. El buen padre dice que sí cuando es sí, y no cuando es no; el padre bueno sólo sabe decir que sí. El padre bueno hace del niño un pequeño dios que acaba en un pequeño demonio. El buen padre no hace ídolos; vive la presencia del único Dios.
El buen padre echa a volar la fantasía de su hijo dejándole crear un aeroplano con dos maderas viejas. El padre bueno ablanda la voluntad de su hijo ahorrándole esfuerzos y responsabilidades.
El buen padre construye el carácter del hijo llevándolo por el camino del deber y del trabajo. Y así, el padre bueno llega a la vejez decepcionado y tardíamente arrepentido, mientras el buen padre crece en años respetado, querido, y a la larga, comprendido. (aciprensa)
Y para ser un buen padre, es necesario conocer, practicar y vivir su fe, para poder enseñarla a su hijo: "Graba en tu corazón los mandamientos que yo te entrego hoy, repíteselos a tus hijos, habla de ellos tanto en casa como cuando estés de viaje, cuando te acuestes y cuando te levantes" (Deuteronomio 6,6). El padre bueno no habla de Dios a su hijo.
Que el Señor bendiga a todos los buenos padres e ilumine a los padres buenos.
Vaya pues nuestra oración en este mes de junio por todos los padres de familia
P. Oscar