Domingo de la IV Semana de Pascua A
Leer el comentario del Evangelio por
Guillermo de Saint-Thierry (v. 1085-1148), monje benedictino después cisterciense
Oraciones meditativas, VI, 6-10
«Amén,amén,Yo dije: Yo soy la puerta de las ovejas»
No sólo a Juan, el discípulo amado, le has mostrado la puerta abierta del cielo (Ap 4,1). Públicamente has dicho a todos...: «Yo soy la puerta: si alguien entra por mí se salvará»
Tú, por lo tanto, eres la puerta... ¿Pero si vemos la puerta abierta en el cielo, nosotros que estamos en la tierra, para quién será, si nosotros no podemos subir allí? Pablo responde: «Aquel que sube, es el mismo que bajó» (Efesios 4,10). ¿Quién es? El Amor. En efecto, Señor, amor que está en nosotros se eleva hacia Ti allí, porque el amor que hay en Ti ha descendido a nosotros hasta aquí abajo. Porque tú nos has amado has bajado a nuestro lado; amándote nosotros subiremos cerca de tuyo.
Como tú mismo has dicho: "Yo soy la puerta", por ti mismo yo te pido, ábrenos tu mismo, para mostrarnos más claramente, el lugar dónde tu eres la puerta ... ya hemos dicho que ese lugar, es el cielo; el Padre vive allí, de quien decimos: "El Señor tiene su trono en el cielo" (Efesios 10.4). Por eso «Nadie viene al padre si no por ti» (Jn 14,6), que eres la puerta... Por lo tanto nosotros tendemos, aspiramos a Tí. Responde, por favor: «¿Maestro, donde vives?»(Jn 1,38) Contestas: «Estoy en el Padre y el Padre está en mí» (Jn 14,11). También: «En este día, reconoceréis que estoy en mi Padre, que vosotros estáis en mí y yo en vosotros" (Jn 14,20)... Entonces tu morada es el Padre, y Tú eres la del padre. Pero esto no es suficiente, porque también nosotros moramos contigo y Tú en nosotros.