jueves, 1 de septiembre de 2011

El Papa, la Iglesia y los jóvenes


ForumLibertas.com
Los jóvenes de la JMJ -sólo hace falta verlos y tratarlos- son, también a causa de su número, la respuesta más evidente a las grandes dificultades que desgarran a los de su propia generación: la construcción de la propia identidad como personas, y la autenticidad de su vida. Porque con la modernidad, y más todavía en su secuela postmoderna, la identidad del ser humano y la búsqueda de la autenticidad han resultado, cada vez más, un logro incierto. Estos chicos y chicas que responden a la llamada de Benedicto XVI, junto con sus compañeros de fe en el mundo, tienen una respuesta para aquellos dos grandes retos.


Por un lado, el de la identidad, porque saben responder a las grandes cuestiones: ¿quién soy y en nombre de quién hablo?, ¿desde dónde hablo, juzgo y actúo?, ¿dentro de qué relato colectivo toma coherencia mi vida?

Por otro lado, el de la autenticidad, porque saben que si bien se refiere a lo que hace uno mismo (nadie puede ser auténtico por otro), son conscientes que sólo será satisfecha si posee significado en el ‘nosotros’ más allá de cada uno y sus propios deseos. Charles Taylor dice en suÉtica de la Autenticidad que si ella consiste en ser fieles a nosotros mismos, en disponer de nuestro propio sentimiento de la existencia, quizás sólo podamos alcanzarla en su integridad si reconocemos que este sentimiento nos relaciona con un todo más amplio, que es necesario explicar con lenguaje de resonancia personal, y con una sensibilidad articulada. Y esto, precisamente esto, es lo que sabe hacer la JMJ, no como algo que viene impuesto por una técnica nacida de fuera, sino como una realidad que nace de la experiencia interior y compartida de la fe.

De ahí que los gobiernos, las sociedades, sus instituciones internacionales, deben valorar mucho más su realización. La JMJ aporta sentido a los jóvenes del mundo cuando más lo necesitan. Y también por otra causa decisiva. Está en la naturaleza de una sociedad libre la lucha entre las formas superiores e inferiores de libertad. Aquellas que la vinculan a la búsqueda de la verdad y a la realización del bien, y las que la reducen a un planteamiento de supermercado, cuantas más opciones mejor, con independencia de su bondad y verdad. En este combate crucial de la civilización, la JMJ constituye una extraordinaria aportación mundial a la calidad de la libertad.

Un ejemplo entre muchos: las Guías y los Scouts de Europa

En este contexto, ¿a quién puede sorprender que estos cientos de miles de jóvenes tan plurales en sus orígenes, experiencias y formación presenten un denominador común tan definido?: (1) Alegría desbordante nacida de la experiencia interior. (2) Sentido real del respeto al otro. (3) Ganas de comerse el mundo, de transformarlo. (4) Porque viven una experiencia de amor y de fe. (5) Siguiendo a la persona de Jesucristo. (6) Vinculados a la Iglesia y al Papa, una Iglesia formada por santos y sobre todo pecadores menores, y algunos muy grandes, una Iglesia que no es el Reino de los Cielos pero si la puerta que conduce a Él, y cuyas llaves fueron dadas a Pedro y a sus sucesores.

Todo esto se manifiesta en múltiples estilos individuales y comunitarios, y si citamos uno es simplemente porque la circunstancia nos permitió una observación más continuada: Las Guías y Scouts de Europa, un movimiento que pertenece al escultismo clásico, como todas las grandes creaciones. Sus miembros profesan la fe católica, aunque existan grupos importantes de ortodoxos, y ortodoxos católicos de los países del este de Europa. Su capacidad para organizarse, valerse por sí mismos, resultaba envidiable. Sobre el césped de una universidad, construyeron con sus propios medios un campamento para 2.000 jóvenes, un ejemplo de eficacia y orden. Y junto a ello, una fe que brota indisimulada de dentro, alegría, trabajo en equipo, y capacidad de servicio. Ellos fueron un componente efectivo del servicio del orden dela JMJ. La pedagogía especifica del movimiento que fundó Baden Powell: formación del carácter, vida saludable, espíritu de servicio, sentido de lo concreto, y Dios hace un maridaje perfecto con la experiencia de la fe. De él, como de otros muchos movimientos y entidades católicos, saldrán buenos ciudadanos, líderes en campos diversos, y vocaciones, también muchas entre los Scouts.

Una realidad que beneficia a toda la sociedad

Todos estos jóvenes no son una promesa sino una realidad magnifica, y el deber y el interés de todos es el de facilitar que crezca y que la Iglesia les acompañe más allá de la juventud para que puedan rendir en la vida adulta en consonancia con el potencial mostrado como jóvenes.

Estos chicos y chicas católicos participan mucho más que los de su edad en las asociaciones, sobre todo las que se dedican a la solidaridad, a la lucha contra la pobreza y a los derechos humanos en otros contextos políticos carentes de libertad. Cuando tienen edad son votantes activos y menos abstencionistas. Sus rendimientos escolares son mejores, así como su salud en aquello que pueda relacionarse con los hábitos de vida. No sufren los estragos, del botellón, la droga y el insomnio forzado. No sufren abortos provocados, ni son víctimas de enfermedades de trasmisión sexual. Se casan en mayor medida, tienen hijos en un número superior a la tasa de reemplazo. Toda su forma de vivir contribuye decisivamente a mantener el sistema de bienestar en Europa, a la solidaridad en otros continentes. Este es un perfil general, con las excepciones individuales propias de toda valoración estadística, y de él resulta evidente lo mucho que ellos contribuyen a la buena marcha de su comunidad.

¿Por qué critican lo bueno?

Desde un punto de vista laico, este colectivo juvenil es vital porque constituye una respuesta a muchos de los déficits y problemas que dañan a nuestros jóvenes. Esta conclusión pertenece al ámbito estricto de la razonabilidad. Entonces, siendo así, ¿por qué esa obsesión hipercrítica obsesiva de algunos en criticar a la institución que hace posible esta magnífica realidad, la Iglesia Católica, sus dirigentes, obispos y el Papa?

Estos jóvenes, millones, de los que los presentes en Madrid son una pequeña parte, no surgen de la nada, son el fruto de una tarea concreta de una Institución específica, la Iglesia, los católicos, que tiene un liderazgo histórico bien establecido, el Papa. Los que han venido, y los que no han podido venir, tienen en Benedicto XVI su referencia, como antes la tuvieron en Juan Pablo II. Entonces, ¿por qué no saludar con limpieza de corazón sus buenos resultados? Uno puede ser del Real Madrid a muerte, y reconocer el buen hacer de La Masia del Barça con los jóvenes. ¡Qué dogmatismo tan cerril hay para rechazar tanta evidencia!

La Iglesia es -lo demuestra la realidad- la mayor y una de las mejores escuelas de formación de jóvenes del mundo, y eso debería ser reconocido y apoyado en bien de la propia sociedad.

Ante estas evidencias, ¿no resulta sectariamente ridículo protestar por la venida del Papa? Es el único líder mundial al que un sector pide cuentas por los gastos que ocasiona al erario público en materia de “seguridad, limpieza y electricidad” (sic). En lugar de celebrar que Madrid, España, sea un centro mundial durante unos días, la mejor bendición laica para un país turístico que atraviesa una crisis económica, de futuro incierto, y que haya traído a centenares de miles de personas, en lugar de asumir esta celebración, se quiere mostrar una imagen agria, cuando no agresiva, a cargo de unos indignados ateos asociados y autocalificados libres pensadores. Si en lugar de vivir instalados en la crítica, imitaran a la Iglesia en su tarea con los necesitados, de aquí y del Mundo, y fueran capaces de construir una Cáritas y una Manos Unidas ateas y libre pensadoras, si pudieran ofrecer algo, aunque mucho menor, un poco parecido a lo que presenta la Iglesia con los jóvenes, entonces todos, creyentes, ateos, agnósticos, y pasotas, viviríamos un poco mejor.