En ocasión de las elecciones nacionales del 6 de noviembre de 2011
A los sacerdotes, religiosos, religiosas y agentes de pastoral, a los electores y candidatos de los diversos partidos políticos, nicaragüenses, hombres y mujeres de buena voluntad:
INTRODUCCIÓN
1. Como obispos de Nicaragua, no sólo experimentamos la alegre convicción de haber sido inmerecidamente «llamados a ser apóstoles de Cristo Jesús, por voluntad de Dios» (Gal 1,1), sino que también nos sentimos agradecidos por la acogida atenta que ustedes brindan a nuestra palabra, que no pretende ser sino una palabra humilde de amigos, padres y pastores. En esta ocasión queremos compartirles, como servicio de parte de la Iglesia, algunas reflexiones, maduradas en nuestra oración y en nuestra reflexión en común, acerca del actual proceso electoral y las próximas elecciones nacionales.
la iglesia y el quehacer político social
2. En nuestro mensaje de abril del año pasado afirmábamos que «no podemos ni debemos quedarnos al margen de la historia en la búsqueda y la construcción de una sociedad más justa y más pacífica» (CEN, Mensaje del 23 de abril de 2010, 1). En efecto, la Iglesia no puede renunciar a esta tarea, aún a sabiendas de que corre el riesgo de ser mal interpretada, criticada, intimidada y hasta reprimida, en modo abierto o encubierto, por quienes se sienten cuestionados con nuestros pronunciamientos pastorales.
3. A partir de la fe en el Evangelio y fieles a nuestra responsabilidad pastoral, como obispos deseamos con este mensaje «llamar al sentido de responsabilidad de los laicos para que estén presentes en la vida pública, y más en concreto en la formación de los consensos necesarios y en la oposición contra la injusticia» (Aparecida, 508). Nadie debe permanecer apático en momentos claves de la historia patria, como son las próximas elecciones nacionales.
objetivo de este mensaje
4. Conscientes de la importancia que tienen las próximas elecciones nacionales, en el contexto de la vulnerabilidad de nuestro sistema político y la historia de nuestra frágil democracia, deseamos con nuestro mensaje:
(a) Fortalecer desde la fe la capacidad reflexiva de los nicaragüenses y su sentimiento de amor a la patria, invitándoles a mirar la realidad como Abraham, quien «esperó contra toda esperanza» (Rom 4,18).
(b) Iluminar este momento histórico desde Cristo «la luz del mundo», para «no caminar en tinieblas» (Jn 8,12). Todos debemos ejercer el derecho al voto sin dejarnos llevar acríticamente ni por las figuras de mayor proyección mediática, pero sin garantía de estabilidad futura; ni por propuestas a corto plazo, de poca seriedad y difíciles de realizar.
(c) Motivar, a pesar de las sombras que han caracterizado este proceso electoral, a ejercer nuestro derecho al voto el día de las elecciones, con serenidad e inteligencia, sin perder la confianza en la fuerza de la verdad, porque sólo «la verdad nos hará libres» (Jn 8,32).
II. EL CONTEXTO DEL ACTUAL PROCESO ELECTORAL
democracia y elecciones
5. Vemos con satisfacción que los nicaragüenses tengamos la oportunidad de ejercer una vez más el derecho constitucional al voto. En sintonía con la doctrina social de la Iglesia, «apreciamos el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica» (Centesimus Annus, 46).
6. Ciertamente la democracia no se limita al acto electoral, pues más que un sistema político esta es un sistema de valores, cuya validez «depende de la moralidad de los fines que persigue y de los medios de que se sirve» (Centesimus Annus, 46). No obstante, las elecciones nacionales representan un momento importante y deberían ser una ocasión en la que, con responsabilidad y tolerancia, fortalezcamos nuestra identidad nacional y los grandes valores democráticos de legalidad, justicia social y compromiso por el bien de la nación.
la observación electoral
7. En reiteradas ocasiones hemos insistido en la importancia de la observación electoral nacional y extranjera, para asegurar credibilidad al resultado de las elecciones e infundir confianza en el pueblo nicaragüense. Aun cuando el Consejo Supremo Electoral ha firmando un acuerdo con la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos sobre las prerrogativas y obligaciones para los observadores-acompañantes acreditados, es lamentable que tal acreditación no haya sido concedida también, sin restricción alguna, a otros organismos extranjeros y nacionales.
los medios de comunicación social
8. Reconocemos la importante labor de los medios de comunicación social en este proceso electoral. Sin embargo, percibimos que en muchas ocasiones los líderes políticos manipulan la opinión pública a través de los medios. No faltan tampoco ocasiones en que se cae en un cierto «amarillismo» informativo por el afán de vender el medio. «La estima y valor moral de una comunicación no nace sólo de su contenido (…), sino también del motivo que la determina» (Communio et Progressio, 17).
sombras que oscurecen el proceso electoral
9. No pocos nicaragüenses están viviendo este proceso electoral con preocupación y temor. Y es nuestro deber de pastores recoger esas inquietudes del pueblo y discernir las causas objetivas que las producen. Señalamos entre otras las siguientes:
a) El descontento de innumerables nicaragüenses a causa de la forma tradicional de hacer política en el país. Amplios sectores sociales no confían en la franqueza de los líderes y partidos políticos, al no saber en realidad a qué intereses sirven y cuál es en el fondo lo que de verdad persiguen. Recientemente el Papa ha recordado que lo importante en definitiva para un político «no debe ser el éxito y mucho menos el beneficio material», y aun cuando el éxito sea la condición para llegar a ejercer el poder político, «el éxito está subordinado al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho y a la comprensión del derecho» (Benedicto XVI, Discurso al Parlamento de Alemania, 22.9.11).
b) La intolerancia, el desprestigio recíproco y hasta ciertos brotes de violencia que han caracterizado en algunos momentos la campaña de los partidos políticos. Es preocupante también el poco interés que han suscitado en la población, sobre todo en el mundo juvenil, los distintos proyectos políticos presentados por los partidos, algunos de carácter populista, otros poco realistas o con tendencia a privilegiar intereses personales sobre los sociales y, en el peor de los casos, alejados de las auténticas necesidades y expectativas de la población mayoritariamente pobre.
c) La queja de muchos ciudadanos en varias ciudades del país y que nosotros mismos hemos podido constatar, en relación con diversas anomalías en el proceso de cedulación: amplios sectores de la ciudadanía lamentan de haber encontrado grandes obstáculos para poder obtener su cédula, a tal punto que muchos todavía no la tienen; otras personas denuncian que en algunos lugares se han cedulado menores de edad.
d) El descontento y rechazo existente en un sector de la sociedad en relación con una posible ilegitimidad de candidatos a diputados y presidentes de la republica. A esto agregamos la desconfianza que existe en la ciudadanía frente al poder Electoral, la situación se torna grave. Todo esto ha creado un ambiente lleno de recelo y de prejuicios que pone en entredicho el carácter de legalidad, honestidad y respeto a la voluntad popular.
III. LA NICARAGUA QUE QUEREMOS
10. Desde siempre el ser humano ha soñado con una convivencia pacífica fundamentada en el derecho y la justicia. Este sueño se vuelve compromiso humano con la conciencia de que «el Señor es justo y ama la justicia» (Sal 11,7). Ha llegado a su plenitud con la vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, quien ha anunciado y hecho presente el Reino de Dios (cf. Mc 1,15), que es la buena noticia de que Dios interviene en la historia misteriosamente para transformarlo todo.
11. Iluminados por esa fe en el Reino de Dios ya presente en la historia, creemos que es válido vislumbrar con realismo la Nicaragua que con mucha esperanza añoramos y que exige de nosotros asumir desafíos concretos:
a) Una Nicaragua que redescubra y fortalezca su riqueza humana y moral «en un mundo que necesita una profunda renovación cultural y el redescubrimiento de valores de fondo sobre los cuales construir un futuro mejor» (Caritas in veritate,21). Que en ella prevalezcan los grandes valores de respeto y defensa de la vida en todas sus formas, la justicia, el derecho, la verdad, la honestidad, la trasparencia, el diálogo, la equidad, la libertad, el respeto a las leyes y la solidaridad.
b) Una Nicaragua democrática y pluralista en donde exista un gobierno en el que el pueblo se sienta representado dignamente y que sea capaz de interpretar y responder a sus anhelos; un gobierno en el que realmente el poder soberano resida en el pueblo y en donde el Estado defienda y promueva el bien común de la sociedad (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1910).
c) Una Nicaragua en la que prevalezca el respeto a la Constitución Política y la integridad moral en las instituciones del Estado. Una Nicaragua en donde se respete la división de los poderes del Estado para evitar caer en la tentadora y peligrosa forma de ejercer el poder de modo absoluto, de tan amargos recuerdos en nuestra historia. «Es preferible que un poder esté equilibrado por otros poderes y otras esferas de competencia que lo mantengan en su justo límite. Es éste el principio del Estado de derecho en el cual es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres» (Centesimus Annus, 44)
d) Una Nicaragua en donde la elección de los miembros de la Corte Suprema de Justicia del Consejo Supremo Electoral no estén condicionadas por ningún tipo de partidismo y posean tal integridad ética y autoridad moral que gocen de la confianza y respeto de la ciudadanía. Una Nicaragua en la que legisladores y jueces, libres de todo espíritu pactista y clientelista, posean « la capacidad de distinguir el bien del mal, y puedan así establecer un verdadero derecho para servir a la justicia y la paz» (Benedicto XVI, Discurso al Parlamento de Alemania, 22.9.11).
e) Queremos una Nicaragua en la que nadie se sienta extranjero, en donde nadie sea excluido de las oportunidades sociales por razón de afiliación política, ni que se vea obligado a dejar el país por razones económicas o políticas. Un país en el que todos puedan tener «un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias (…), un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz (…), un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación». (Caritas in Veritate, 63).
f) Una Nicaragua en donde todo ciudadano sea tratado igual ante la ley y al que le sean respetados sus derechos, no importando si es de la ciudad o del campo, si es blanco, mestizo, negro o indígena, si vive en el Pacífico o en las Regiones Autónomas del Atlántico.
g) Una nación con espíritu de superación en la que se privilegien procesos educativos a todo nivel, integrales, serios y de calidad. Una nación en donde el sistema de salud sea de alta calidad y al alcance de todos los sectores sociales. Una nación en la que la actividad económica no sea concebida como el ámbito en «donde el más fuerte avasalle al más débil» (Caritas in veritate, 36). Una nación en done el sistema del seguro social sea sólido, moral y económicamente, que no aparezca como dador de limosna en las manos de los adultos mayores que exigen con su jubilación algo que les pertenece en justicia. Un país en donde los recursos naturales sean protegidos con visión del mañana pensando en las futuras generaciones.
h) Una Nicaragua con una política internacional responsable del derecho, en la que se garantice la soberanía e independencia política y económica del país, las buenas relaciones con la comunidad internacional, la importación y exportación de recursos necesarios para la buena marcha de la economía y el respeto a la dignidad del extranjero que venga a nuestra patria.
i) Una Nicaragua en donde se respete la libertad de expresión, no se atente contra la sostenibilidad de los medios de comunicación social y no se excluya a ningún medio por razones ideológicas ni políticas. Una Nicaragua, en fin, en la que haya libertad de culto, en donde prevalezca una relación independiente, respetuosa y de colaboración mutua entre el gobierno y la Iglesia, sin manipular ni ignorar los valores y expresiones cristianos que constituyen la raíz más profunda de la sociedad nicaragüense.
IV. CUATRO EXHORTACIONES
12. Nada «justifica en lo más mínimo ni la ausencia ni el escepticismo de los cristianos en relación con la cosa pública» (Christifideles laici, 42). Estamos convencidos de que la mejor opción para el presente y el futuro de Nicaragua es participar en las elecciones. Por eso exhortamos a todos los nicaragüenses en edad constitucional de votar, a no renunciar bajo ningún punto de vista a ejercer su derecho ciudadano al voto, para fortalecer la democracia y ser responsables de nuestro futuro como nación.
13. Exhortamos al Consejo Supremo Electoral a ejercer sus funciones con responsabilidad y honestidad, actuando con tal transparencia en el escrutinio de los votos que no permita ni la más mínima duda acerca del respeto de la voluntad popular en estas elecciones.
14. Recordamos a los partidos políticos y a los diversos candidatos que “han de promover todo lo que, a juicio suyo, se requiera para el bien común; pero en ningún caso traten de anteponer sus propios intereses al bien común” (Gaudium et Spes, 75). Los exhortamos a que presenten al pueblo sus propuestas políticas con claridad y realismo, sin manipular ni usar a la gente y en el marco del respeto recíproco frente a los otros contendientes.
15. A nuestros más cercanos colaboradores, nuestros amados sacerdotes, los invitamos a asumir en este momento como parte del trabajo evangelizador la formación de la conciencia política de los fieles laicos a la luz del evangelio y la doctrina social de la Iglesia. Los exhortamos a no tener miedo, a respetar las distintas opciones políticas de los ciudadanos y a no identificarse con ninguna ideología o grupo político.
V. CRITERIOS PARA VOTAR Y PERFIL DEL BUEN CANDIDATO
16. El voto de cada uno y de cada una de las nicaragüenses debe madurar a través del esfuerzo por informarse sobre la realidad en diálogo con otros ciudadanos, debe ser reflexionado con inteligencia crítica frente a las distintas propuestas de los partidos y candidatos y, finalmente, depositado en la urna desde el secreto de la propia conciencia, con libertad y sin temor alguno.
propuestas políticas
17. A la hora de decidir el voto hay que inclinarse por aquellos programas políticos en los que el respeto a la Constitución Política y el Estado de derecho de la nación sean una prioridad. Debemos apoyar propuestas basadas en el respeto a la dignidad de la persona humana y a sus derechos fundamentales, en donde las instituciones estatales estén realmente al servicio del bien común y en las que haya sincera preocupación por liberar a la política de toda sombra de corrupción, «que es una de las peores deformaciones del sistema democrático» (Sollicitudo rei socialis, 42).
18. Hay que apoyar programas políticos que incluyan entre sus prioridades la justicia social, la promoción de trabajo digno y estable para todos y el mejoramiento de la calidad de vida de las mayorías más necesitadas de nuestro pueblo, entre los que destacan la preocupación por programas de salud y de educación, a los que tengan acceso todos los sectores sociales.
19. No podemos dejar de recordar que hay exigencias éticas irrenunciables para un cristiano, por lo que no puede dar su voto a programas políticos en los que se promuevan leyes civiles que favorezcan el aborto y la eutanasia y que no privilegien la tutela y promoción de la familia, fundada en el matrimonio monogámico entre personas de sexo opuesto.
perfil de un buen candidato
20. Además de prestar atención a los distintos programas de gobierno, hay que tener en cuenta el perfil de los candidatos. Hay que conocer su vida, lo que ha hecho por nuestro país, la historia de cada uno y de sus equipos y su propia competencia para gobernar con justicia y honestidad. Que nuestro voto sea por un candidato que respete la Constitución Política del país y de sus instituciones democráticas, que sepa gestionar con responsabilidad las relaciones internacionales de la nación y que no tenga un historial de corrupción. Debemos preferir un candidato que tenga sensibilidad ante el sufrimiento de los más necesitados y que sea respetuoso de los derechos humanos, culturales y ambientales. Un buen candidato es aquel que, siendo firme en sus propias convicciones, no se cierra en sus ideas ni es intolerante frente a los demás, sino que pone siempre adelante el bien de todo el pueblo por encima de los intereses de su organización o partido.
CONCLUSIÓN
21. Queremos concluir nuestro mensaje volviendo los ojos a María Inmaculada, la Purísima Virgen Madre de Dios. A imitación suya, «debemos esforzarnos por ver y comprender siempre a las personas, las relaciones sociales y los procesos políticos desde la perspectiva de Dios y de su voluntad» (C EN, El Magnificat: una oración para tiempos nuevos, n. 12). No claudiquemos, convencidos del poder de la oración y de la intercesión de María, en la cruzada del Santo Rosario que hemos iniciado desde hace algún tiempo por nuestra patria y que en estas semanas enriqueceremos con la oración anexa para las elecciones. A Ella, madre de Nicaragua y de todos los nicaragüenses, le dirigimos nuestra plegaria en este día que la celebramos bajo el título de la Virgen del Rosario: «Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro. ¡Oh Virgen Gloriosa y bendita! Amén».
Dado en Managua, a los siete días del mes de octubre del 2011, «año de encuentro con Cristo en la Palabra».