viernes, 22 de octubre de 2010

OREMOS JUNTOS, ESCRIBE TU INTENCIÓN DE ORACIÓN: AMOR DE ESPOSOS

Con la Bendición de la Familia, invito a cada Matrimonio a ir orando con la Biblia y así puedan crecer en su amor de esposos en el Señor. Esta oración se va realizando si es posible diariamente un punto, buscando en su Biblia la cita que se menciona. Al final se hace toda de corrido. Ha dado grandes frutos en las parejas y ahora queremos compartirla con ustedes mis hermanos (as). Esta oración es para realizarla juntos.  Esta oración es para realizarla juntos esposo y esposa en oración.

 

 

1- Tú dijiste, Señor, que no es bueno que el ser humano esté solo, y por eso nos das una pareja para que los dos nos ayudemos mutuamente (Gn 2,18.21), de forma que lleguemos a ser un solo ser (Gn 2,24; Mt 19,4s). Tanto al varón como a la mujer nos has creado a imagen y semejanza tuya (Gn 1,27), y nos ordenas que crezcamos juntos, seamos fecundos, llenemos la tierra y la pongamos a nuestro servicio (Gn 1,28).

 

2. Sabemos que todo amor auténtico proviene de ti: todo el que ama ha nacido de ti (1Jn 4,7). Por eso te consagramos, como don tuyo que es, este amor que nos has dado, para que lo cuides, lo purifiques y lo hagas crecer sin fin.

 

3. Enséñanos a querernos como se quisieron nuestros primeros padres: con la fe de Abrahán y Sara (Gn 17,15-22; 18,1-15; 20; 21,1-21; 23), con la constancia de Isaac y Rebeca (Gn 24), con la servicialidad de Jacob y Raquel (Gn 29,6-30), con la astucia de David y Micol (1Sam 19,11-17), con la delicadeza de Ana y Elcaná (1Sam 1), con el respeto y la ternura de Rut y Booz (Rut 2-4).

 

4. Que como Tobías y Sara, en un ambiente íntimo de oración, sepamos darnos el uno al otro total y definitivamente (Tob 8,6-8).

 

5.  Ayúdanos a ser siempre fieles al amor que nos hemos jurado (Ex 20,14; Dt 22,22-27; Jer 7,9; Mal 3,5; Prov 6,24-29; Eclo 23,22-26). Que no tengas nunca que acusarnos de una traición (Mal 2,14s). Lo que tú has unido no lo debe separar nunca ningún tipo de problema (Mt 19,4-6).

 

6. Reconocemos que quien mira a una mujer o a un hombre ajeno excitando el propio deseo comete adulterio en su interior (Mt 5, 28), pues es del corazón sucio de donde brotan las malas acciones, especialmente los adulterios (Mc 7,21s).

 

7. Que al estilo de Oseas, aprendamos a profundizar el misterio de la fidelidad y del perdón conyugal. Si alguno de nosotros llega a ser infiel, enséñanos a superar el problema a base de un amor tan grande, que sea capaz de perdonar y reconstruir de nuevo el amor (Os 2,16). Que, superando las dificultades, nuestro matrimonio llegue a ser santo y formal, fundado siempre en el amor, el respeto y la ternura (Os 2,21).

 

8. Te suplicamos, Señor, que las esposas sepamos salvar a nuestros esposos; y que los maridos sepamos salvar a nuestras esposas (1Cor 7,16).

 

9. Si los varones llegan a oponerse a tu Palabra, que nosotras, las mujeres, los ganemos, no con discursos, sino con nuestro modo de ser responsable y sin reproche (1Pe 3,1s).

 

10.  Ayúdanos a superar los celos, tanto a los varones (Eclo 9,1), como a las mujeres (Eclo 26,6), pues nos hacen daño y nos causan mucho dolor.

 

11.  Enséñanos a los varones, Señor, a valorar el hermoso regalo tuyo que es encontrar una buena esposa (Prov 18,22). Vale mucho más que las perlas (Prov 31,10). De ella depende en gran parte la armonía y el porvenir del hogar (Prov 31,10-31).

 

12.  Una mujer valiente es la alegría de su marido: le hará pasar en paz toda su vida (Eclo 26,2). Como el sol matinal sobre los cerros, así es el encanto de una mujer buena en una casa bien ordenada (Eclo 26,16).

 

13.  El que consigue esposa principia su riqueza, pues tiene una ayuda semejante a él, una columna para apoyarse. Por falta de tapia la propiedad es saqueada; sin mujer, el hombre gime y va a la deriva (Eclo 36,26s).

 

14.  Enséñanos a los varones, Señor, a escuchar los consejos de tu Sabiduría: "Bebe el agua de tu aljibe, la que corre de tu propio pozo. ¿Debe derramarse por la calle tu manantial? ¿Correrán por las plazas tus arroyos? Sean para ti solo, sin compartirlos con extraños. ¡Bendita sea tu fuente, y sea tu alegría la esposa de tu juventud! ¡Sea para ti como hermosa cierva y graciosa gacela. Que sus pechos sean tu recreo en todo tiempo. ¡Que siempre estés apasionado por ella!" (Prov 5,15-20).

 

15.  Ayúdanos, Señor, a crecer en nuestro enamoramiento al estilo de la pareja del Cantar de los Cantares. Que con fina elegancia sepamos gozar y compartir con alegría toda la belleza y el encanto de nuestro cuerpo y nuestro espíritu, sin despreciar o devaluar ningún aspecto (Cant 7,1 - 8,4).

 

16.  Que las esposas seamos el jardín, la fuente, el perfume, la dulzura, el gozo de nuestros maridos (Cant 4). Que les dulcifiquemos la vida y les sepamos devolver la tranquilidad y la inocencia. Que los hagamos nadar entre aromas de flores y perfumes, lejos de las asperezas de la vida, de modo que nos llenemos la vida el uno al otro (Cant 1,7 - 2,7). Que sepamos ser su sosiego, su paz y su vida (Cant 4).

 

17.  Que los maridos sepamos seducir, respetar, admirar y corresponder a los deseos de nuestra esposa amada. Que seamos enteramente para ella y su amor tienda enteramente hacia nosotros (Cant 7,11): ¡mi izquierda bajo su cabeza y mi derecha abrazándola! (Cant 8,3). Que ellas puedan escuchar constantemente alabanzas de nuestros labios: ¡Toda eres hermosa, amada mía, y no hay en ti  defecto! (Cant 4,7).

 

18.  Este amor que nos has dado es un gran misterio: ¡que las grandes aguas no puedan nunca apagarlo, ni los ríos anegarlo! (Cant 8,7). Que sea fuerte nuestro amor como la muerte. Sus flechas son dardos de fuego, como llama divina (Cant 8,6). Si nos amamos y nos entregamos por entero, una llamarada de tu divinidad arderá siempre en nosotros...

 

19.  Que los maridos amemos a nuestras esposas como a nosotros mismos (Ef 5,33), de forma que los dos lleguemos a ser un solo ser (Ef 5,31). Que sepamos amarlas igual que tú, Jesús, demostraste tu amor a la Iglesia, entregándote enteramente a ella (Ef 5,25), llenándola de gracia y santidad (Ef 5,27).

 

20.  Y que las esposas te veamos a ti en nuestros maridos, Señor, y le seamos dóciles por amor (Ef 5,22).

 

21.  Que cada uno de nosotros se comporte con su pareja con santidad y respeto, y no se deje llevar sólo por el deseo, como hace la gente que no te conoce, Señor (1Tes 4,4s). Pues no nos has llamado a vivir en la impureza, sino en la santidad (1Tes 4,7).

 

22.  Nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo. Ayúdanos, pues, Señor, a glorificarte con nuestro propio cuerpo (1Cor 6,19s). La esposa no dispone de su cuerpo, sino el marido. E igualmente el marido no dispone de su cuerpo, sino la esposa (1Cor 7,3s).

 

23.  Que siempre, en fin, seamos el uno para el otro (Cant 2,26), y los dos, complementariamente, lleguemos a ser un solo ser (Gn 2,24; Mal 2,15; Mt 19,5; 1Cor 6,16; Ef 5,31).

 

Que el Señor bendiga y restaure tu Matrimonio.

P. Oscar

padreoscar@avemariatv.com